DIÓCESIS DE VALDIVIA: octubre 22, 2019 – 2019, Comunicados
Mensaje del Administrador Apostólico de Valdivia: COMPROMETIDOS CON LA JUSTICIA Y LA PAZ, ENTRE EL DOLOR Y LA ESPERANZA
Mensaje del Administrador Apostólico de Valdivia, R.P. Gonzalo
Espina, a la diócesis de Valdivia ante lo que vive Chile en octubre de 2019.
COMPROMETIDOS CON LA JUSTICIA Y LA PAZ
Queridos amigos y amigas, hermanas y hermanos:
Ante la gravedad de la situación que vivimos en Chile estos días, solicité que en todas nuestras parroquias y capillas, se pidiera por la justicia y la paz en las Celebraciones dominicales. En las homilías del Te Deum de Fiestas Patrias 2018 y 2019[1], señalaba alertas y desafíos urgentes, la importancia de construir el bien común partiendo desde abajo, desde los más vulnerables e indefensos, desarrollando una cultura del cuidado de los otros y de la casa común. Permítanme ahora unas palabras más, ante el estallido social que si bien podíamos de alguna manera prever, nunca hubiéramos imaginado su magnitud. Podríamos decir que estamos ante un “socio-moto” del calibre del “terre-moto” y “mare- moto” de 1960. Mis palabras, que se añaden a otras en el ámbito nacional[2], se dirigen a la Diócesis de Valdivia y a cuantos les puedan servir; surgen de un sincero compromiso solidario y de una contemplación orante de lo que nos está pasando. Las resumo en tres movimientos del corazón y de la mente: DOLOR, ESPERANZA Y COMPROMISO.
1.- DOLOR
Sentimos un profundo dolor y lágrimas ante tanto destrozo de bienes privados y, sobre todo públicos, verdadero atentado a la casa común cuyas consecuencias sufriremos todos, sobre todo los más pobres. Dolor por no poder expresarnos con firmeza y creatividad, sin violencia y vandalismo.
Dolor por tanto sufrimiento, frustración y desconfianza, que viven quienes sólo les llegan las migajas del progreso material de nuestro país, mientras son incitados constantemente al consumo y endeudamiento.
Dolor por las pensiones y salarios que no permiten una vida digna, por las deficiencias en la atención sanitaria. Dolor por la clamorosa desigualdad. Dolor de quienes viven las implacables subidas tarifarias de los servicios básicos, que hacen cada vez más difícil llegar a fin de mes.
Dolor cuando perdemos valores como el respeto, la solidaridad y responsabilidad, exigiendo derechos sin respetar los de los demás y sin asumir nuestros deberes ni la responsabilidad de nuestros actos.
2.- ESPERANZA
Sentimos una profunda esperanza porque la gran mayoría de este país buscamos sinceramente la justicia y la paz y trabajamos cada día por
un Chile mejor, siendo hombres y mujeres de buena voluntad.
Esperanza porque la fe en Dios de la mayoría, permite esperar más allá de nuestras limitaciones, errores, maldades y pecados. Porque el Espíritu de Dios puede actuar en quienes le acogen, llenándoles de sed de justicia y de trabajo por la paz, de recta intención y de fortaleza para oponerse al mal, así como de capacidad de perdón.
Esperanza porque estamos reaccionando contra las diversas formas de injusticia y violencia, porque salimos del confort e indiferencia para incrementar la responsabilidad en el cuidado del otro y del bien común. Esperanza por tantas acciones solidarias, que llevan adelante tantas voluntarias y voluntarios, en nuestra diócesis y parroquias, y que sumamos a las de tantos otros grupos religiosos y sociales.
Esperanza de que esta crisis se convertirá en una gran oportunidad para crear mayor consenso social y pactos de estado, frutos de reflexión y diálogo con todos los actores sociales, dando pasos significativos de mayor equidad y paz social.
3.- COMPROMISO
Los cristianos hemos de vivir intensamente el seguimiento de Jesús que compartió nuestra vida, pasó haciendo el bien, sanando, consolando,
anunciando un Reino de justicia y de paz, comprometido hasta dar su vida para darnos aquí mejor vida y a futuro una vida plena. Un Jesús que se identifica con cada hermano necesitado (cf. Mt 25, 31-45). Un Jesús que actúa sin violencia, vence el mal con el bien y muere perdonando. Por ello, para un cristiano no cabe el descompromiso, el no “estar ahí”, “donde las papas queman”, como tampoco cabe ningún tipo de violencia.
Sin violencia, tantos santos y vidas ejemplares, propiciaron grandes cambios en los corazones y en los sistemas sociales (San Alberto Hurtado,
Oscar Romero, Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Nelson Mandela, etc.) Con violencia nunca se trae mejor vida, ni mayor justicia y paz.
Dicha esta premisa serían muchas las indicaciones para vivir un compromiso fructífero. Es tarea compartida a la que les quiero invitar y a la que quiero contribuir con algunos aportes:
Nunca te dejes llevar por las incitaciones a la violencia, es la reacción de los débiles.
Sé activo en denunciar lo que está mal, siendo también activo en la propuesta de alternativas mejores y viables.
Recuerda siempre la máxima de Gandhi: Si quieres cambiar el
mundo comienza por ti mismo.
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Libérate de prejuicios y etiquetas, acércate al distinto para que no te
sea distante, escúchale y acoge su riqueza, y ofrécele la tuya.
Estamos llamados a ser hermanos y no enemigos
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Promueve en todos los ámbitos el respeto y el diálogo (convencido que el otro me puede ofrecer una parte de verdad que me falta), para salir de los círculos ideológicos por los que sólo te vas a
escuchar a ti mismo y sólo vamos a ofrecer “más de lo mismo”.
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Se activo testimoniando una vida íntegra, porque esta vale más que mil palabras; ofrécete a toda causa noble que construya un tejido social más justo y solidario. Acumulando “puntos” en esta “empresa” darás mucha vida, harás un Chile mejor, y gozaras
de una vida plena.
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Atrévete a soñar lo nuevo que ha de nacer y se parte activa en el
hacerlo realidad ¿qué precio estarías dispuesto a pagar por esa joya social?
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Finalmente, invito a todos los consejos, equipos, comunidades, grupos y movimientos a seguir desarrollando este trabajo. Particularmente, que, en estos días, cada actividad que se suspenda, se conviertan en una ocasión para la reflexión y si es posible en objeto de diálogo.
A partir de este momento, nuestra Diócesis, ya no estará en DISCERNIMIENTO sólo respecto a la Iglesia, sino también respecto a la construcción de la Sociedad de la que formamos parte.
Su amigo y hermano en Jesucristo,
R.P. Gonzalo Espina Peruyero
Administrador Apostólico de Valdivia
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Segunda carta:
Queridos amigos y amigas, hermanos y hermanas,
Al leer un rayado en la Catedral que decía “ya no basta con rezar”, me nació automáticamente el deseo de añadir “nunca bastó”, pues la oración cristiana siempre implica la vida y la historia, transforma nuestros corazones y nos compromete a amar a los demás, como Jesucristo nos enseñó con su vida y palabra. De la oración cristiana no nace la evasión sino el compromiso.
Así lo vemos en María de Nazaret, cuyo mes iniciamos hoy, que canta en el Magnificat, la acción de Dios en ella y en la historia, y se hace disponible a los planes de Dios. Así los primeros cristianos que compartían con alegría sus bienes con los más necesitados y de los que se decía “miren como se aman”.
Así a lo largo de la historia de la Iglesia en una sinfonía de expresiones de justicia y caridad, ofreciendo albergues, comedores, roperos, hospitales, escuelas, etc., allí donde los estados no llegaban o siguen sin llegar. Como actuales “botones de muestra” podemos citar la ingente obra de la Madre Teresa de Calcuta, gran orante e incansable en la acogida de “los más pobres entre los pobres”. En nuestro Chile el padre Alberto Hurtado fundador el Hogar de Cristo. En nuestro Valdivia el comedor diario de la parroquia San Pío X y muchos otros del fin de semana.
Jesucristo vivía en íntima relación con el Padre, vivía en constante oración, desde la que vence la tentación y cumple su misión. Él recomienda a sus discípulos orar para vencer la tentación y para pedir por nosotros y por los demás, poniendo todo de nuestra parte y esperando que Dios haga lo que es imposible para nosotros.
La oración es escuchar a Dios que nos habla como amigo fiel. Esta escucha provoca un aflorar de lo mejor de nosotros. La oración es presencia, compañía, diálogo, encuentro con nuestra identidad más profunda: ser imagen y semejanza de Dios. La oración es el respiro de nuestro espíritu. Las actuales neurociencias nos muestran el saludable beneficio de la meditación y la oración. Como siempre, pero quizá hoy más que nunca, la oración es necesaria.
Cuando vivimos rodeados de ruidos, superficialmente, en relaciones débiles y olvidando a Dios, experimentamos una profunda soledad y falta de sentido. Cuando se apodera del corazón el individualismo y la indiferencia, el orgullo y la ambición, la envidia y el odio, fácilmente nos damos permiso para no respetar y dañar al otro, y hacemos más profunda nuestra herida. La verdadera oración cristiana nos ayuda a transformar el corazón convirtiéndonos al espíritu de las Bienaventuranzas, todo un proyecto de persona y sociedad nuevas.
Los santos y tantos hombres ejemplares que contribuyeron a grandes y pacíficos cambios sociales, han acrisolado su corazón en la oración. Encontraron en ella la luz y la fuerza para construir la justicia y la paz
Su amigo y hermano en Jesucristo
R.P. Gonzalo Espina P.
Administrador Apostólico de Valdivia